Templo de Acuario

Sus pupilas volvían a famirializarse con el mismo paisaje que le sirvió de morada durante toda su anterior vida. Ahora que había resucitado por órdenes de la diosa, podía permitirse el encontrarse terriblemente confundido. Por alguna razón, desde que abrió los ojos y su corazón volvió a latir, impulsado por el cosmos de Saori, se sintió desfallecer, rehuso a querer aceptar un nuevo destino. Rehuso a querer una nueva vida. Después de todo, él junto con los otros caballeros dorados, habían muerto en nombre de Athena. Habían tomado la decisión de finalizar con su propia vida en sacrificio a sus seres queridos, muriendo por una causa. Y esas muertes debían ser respetadas.

En fin, aún aturdido por todos los cambios que se encontraban implícitos en esta nueva 'oportunidad', entró en el Templo de Acuario con una ligera túnica y un equipaje bastante liviano, deteniéndose en el corazón del edificio para respirar profundamente. Suspiró, encendiendo ligeramente su cosmos para enfriar la temperatura de la casa. Aún habían pequeños detalles que resolver para que todo pudiera tener un poco más de orden y sentido.

Se adelantó hasta la parte privada del templo, encontrándose finalmente con la sagrada armadura de Acuario. De ser posible, sus pupilas se hubiesen encendido, chispeantes, de sólo contemplar nuevamente el dorado brillante de aquel ropaje. Sin embargo, se trataba de Camus de Acuario y su barrera impenetrable que filtraba cada una de sus emociones, por lo que jamás se lo permitiría. Se acercó hasta ella, recreando sus dedos en el grabado de cada una de las piezas, provocando con una leve elevación de cosmos, que se desarmen entre sí, acomodándose en su cuerpo nuevamente.

Volvía a ser el caballero dorado de Acuario. Eso era un primer paso, uno bastante importante y reconfortante. Ahora sólo restaba buscar algunas respuestas, por lo que ataviado en su armadura, abandonó el Templo de Acuario.

No pasó mucho tiempo antes de que su mirada safírica volviera a encontrarse con la monotonía de la cúpula de Acuario. Se apresuró a alcanzar la parte privada de su templo, con un cansancio y confusión de la que necesitaba escapar como le fuese posible. Se acercó hacia su cama y se dejó caer, llevando sus manos a su frente, restregándo su rostro. Tomó un libro cercano y se dispuso a leerlo, buscando olvidarse de tanta angustia.

Se sorprendió a sí mismo bajo tanta presión psicológica. ¿Desde cuando se permitía mortificarse de aquella forma? Si su maestro fuera capaz de verle, seguro se retorcería en su propia tumba. Tantos años de entrenamiento que buscaron alejarlo de sus emociones más humanas, ahora parecían no servir de nada. Y en efecto, así lo era. Después de todo, todo lo que aprendió fue en función de una diosa que hoy por hoy no existía.

Fijó su mirada penetrante en las páginas de aquel libro, buscando concentrarse lo suficiente como para sumergirse en la trama de la novela, sin tener que pensar en nada más. Pasaron los segundos, minutos, y Camus había logrado entretenerse lo suficiente con el argumento del texto, olvidándose momentáneamente de todo lo demás.

Una sombra es una región de oscuridad donde la luz es obstaculizada. Una sombra ocupa todo el espacio de detrás de un objeto opaco con una fuente de luz frente a él. La sección eficaz de una sombra es una silueta bidimensional o una proyección invertida.
En todo el templo de acuario habia sombras.

Y dentro de el, camuflajeado estaba él. Bud.

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Lo sientoo es que ando aburrida y me encanta camus de acuarioo, ay jarroncito hermoso


y pus vine a visitarte, espero no cause inconveniente :D

Transcurrieron varios minutos con naturalidad y las pupilas safíricas de Acuario recorrían con insistencia de un lado a otro, las líneas que relataban aquella interesante historia. Camus siempre había sido un gran lector, a pesar de que su estatus de caballero dorado no le dejara el suficiente tiempo libre para dedicarse a la lectura como le gustaría.

Había tomado asiento en su propia cama, apoyando su espalda en la pared contigua, perdiéndo la noción del tiempo y el espacio por suficiente tiempo. Cuando sintió su vista cansada, dejó el texto a un lado y volvió a ponerse de pie, dirigiéndose hacia la pequeña cocina en la que improvisaba sus comidas diarias. Para hacerlo, debía atravesar la cúpula en la que se basaba el undécimo templo; por lo que, aún ataviado en su armadura dorada, abandonó su habitación en dirección recta hacia la ansiada cocina. Sentía su garganta seca y su cuerpo particularmente débil, atribuyéndole esto a que no había ingerido alimento alguno desde la mañana.

Sus pasos eran los únicos que interrumpían el silencio habitual en aquel espacio central de la casa. Sin embargo, Camus pudo detectar inmediatamente una variación en el ambiente que le indicaba que no estaba solo. Sus músculos se tensaron, su mirada se endureció, y rápidamente sus brazos se encargaron de efectuar un rápido movimiento que disparó un delgado rayo de cosmos que buscaba impactar en un punto determinado de la cúpula. En ese lugar preciso en donde aquella presencia se mantenía escondida, mientras sus ojos chispeantes buscaban con ansiedad el dueño de aquel imperceptible cosmos.

Por otra parte, Camus se sintió frustrado en su incapacidad de detectar a aquel intruso. Desde que había vuelto a la vida, le había costado recuperar su potencial y fuerza habitual, por lo que aún era presa de la debilidad física y otros efectos secundarios implícitos en esa desmerecida oportunidad de vivir nuevamente.

En silencio, inmovil como una estatua de mármol, Bud espiaba; reconocía ya aquel lugar, cada rincón y nicho, cada cicatriz en la pared. De los dorados, era acuario el unico en poseer el cosmo de los maestros del hielo. Bud no le quitaba la mano encima, cada suspiro fue examinado por el con avidez, como un devorador de intangibles.

Pero había cometido un grave error.

Fue descubierto.

Al seguirlo por entre las sombras, había dejado una onda calorifica que pudo percibirse, muy levemente, pero al fin de cuenta, de eso dependía la vida o la muerte. Una rafaga fue lanzada justo en el lugar donde antes había estado oculto...y ante ello, Alcor sonrió,por su estúpido descuido, pero más le había causado gracia el fallo del caballero.

Una risa hizo eco en todo el templo. Si el caballero sabia que alguien estaba oculto, para que seguir con aquel juego..?.

- No me diste - resono su voz como un eco que no se podía identificar en un solo lugar sino que parecia provenir de todos los rincones- La muerte te ha hecho lento...

Camus se mantuvo inmóvil en su posición ofensiva hasta que aquella voz le sacó de su concentración. Se tomó unos segundos antes de romper su postura y adoptar una más sobria y elegante, con su entrecejo fruncido y su mirada afilada. A pesar de que podía sentir el cosmos del intruso y rastros de su presencia, era incapaz de precisar su posición actual, o incluso predecir su próximo movimiento.

Era débil.

Empuñó sus manos con reprimida impotencia, suspirando profundamente a continuación. - ¿Quién eres? - preguntó tajante, en un tono de voz que resultaba inexpresivo y monótono. Sus brazos descansaban a cada costado de su cintura y su mirada se mantenía fija en el espacio central de la cúpula. No tenía intenciones de jugar al gato y el ratón, por lo que esperaba que el desconocido se revelara por sí mismo.

Ante la pregunta, volvio a reirse. Apenas unos sonidos carentes de humor real. Acompañado con su risa, se escucho un chirrido, como cuando arañas pizarrón

- ¿No lo ves? - pregunto, escuchandose ahora ese mismo chirrido en otra parte lejana del templo.

*silencio* Lo que rodeaba al templo de Acuario, no era más que sombras, y eso, era aquel. Pronto Bud se aburrió de ese juego y decidió mostrarse. Salió, casi por arte de magia, frente a Camus, recargado en una columna.

Tenía puesta su armadura; era completamente blanca, el unico color eran los feroces ojos rojos de su casco, que simulaban un tigre dientes de sable. Giro la cabeza hacía el dueño del templo, las sombras en su rostro no dejaban verle con claridad, mas que unos ojos marrones centellantes y una sonrisa blanca.

- Mi nombre es Bud, Bud de Alcor.

Hizo caso omiso a los comentarios de su desconocido interlocutor, restándole importancia a los aturdidores chirridos que se escuchaban a su paso. La presencia de aquel intruso le perturbaba en gran medida, pero no se permitiría demostrarlo de ninguna manera. Sus ojos se mantenían a la espera de una figura que no tardó en reconocer, pues por su ropaje podía precisar que se trataba de un Dios Guerrero de Asgard.

Mi nombre es Bud, Bud de Alcor.

Escuchó la introducción, acercándose un par de pasos para detallar el rostro de quien se presentaba como Alcor. Era un chico joven y de piel pálida, bastante parecida a la del francés. Tenía un acento que le delataba como extranjero, por lo que Acuario volvió a fruncir el entrecejo, endureciendo su mirada. - ¿Qué se te ofrece? - preguntó inhóspito, con sus manos empuñadas a cada costado de su cintura. Existía una gran tensión entre ambos, como la habría entre dos guerreros a punto de enfrentarse. Aunque, después de todo, Camus no tenía planes de iniciar ninguna batalla, pues no se encontraba en las condiciones prestas para.

- ¿Qué se te ofrece?

Bud se cruzo de brazos, y después se encogió de hombros. Comprendía la molestia del caballero, a él tampoco le agrada que invadiera su espacio.

- Ordenes - murmuro el, restandole importancia - Es sospechoso, ¿no crees? eso de revivir a los guerreros de las diferentes ordenes. Uno puede pensar que los dioses desean una nueva guerra.

Se paseó alrededor de la columna, pasando sus garras sobre ella.

- Solo me cercioro que los caballeros no sean enemigos.

Guardó silencio por los minutos necesarios, cersiorándose de las intenciones del Dios Guerrero. Permitió relajar ligeramente sus músculos, pues parecía que después de todo no entrarían en ninguna confrontación física. Aunque eso no quería decir que el asgariano fuera bienvenido en el santuario.

- No hay enemigos desde que Athena está ausente - respondió seco, filtrando cualquier melodía en su voz que pudiese dar atisbo de alguna emoción. Sin embargo, la tensión que ofrecía a sus puños delataba lo mucho que le angustiaba esta afirmación. Detestaba de sobremanera sentirse así de desorientado.

Sus ojos no se despegaron de la expresión petulante del nórdico, detallando sus rasgos, sin darle demasiada importancia. - Puedes marcharte o seguir tu camino hacia las demás casas. No tengo intenciones de detenerte - intentó despedirle, aunque por alguna razón presentía que el peliverde no se marcharía. Daba la impresión de ser una persona bastante testaruda.

Siguió su camino hacia la cocina personal del templo, dando por sentado el abandono del dios guerrero. Se acercó hacia el refrigerador, tomando una botella de agua que abrió y sirvió en un vaso de vidrio, dándo un sorbo a continuación.

Suspiró, inseguro de cuánto tiempo más podría soportar la situación.

- No hay enemigos desde que Athena está ausente


Bud entorno los ojos, después frunció el ceño. Era una sombra vigilante, su poder radicaba no solo en sus energia o en el duro entrenamiento que el solo se había sometido, sino y sobre todo, por aquella capacidad de analizar a quien estuviera frente a el. Con el tiempo habia podido captar aquel lenguaje corporal, adivinar y predecir respuestas. Por primera vez, en toda su vida, había encontrado a alguien aquien *no podia leer*. NIngun gesto, ninguna variación en su aula. Nada.

Apenas unos puños cerrados. Bud volvió a sonreír: - Quizá...hay enemigos hasta con los amigos..


- Puedes marcharte o seguir tu camino hacia las demás casas. No tengo intenciones de detenerte

Bud pareció mas interesante en verse las garras que obedecer. No dijo nada, dió un paso y desapareció, así como su presencia. Ya después Camus se dirigiría a su cocina particular, sirviendose un poco de agua...ensisismado en sus pensamientos. Justo a su costado, Bud había re-aparecido casi por arte de magia y lo veía con insistente curiosidad.

- En Asgard tampoco esta Hilda de polaris -reveló, como si fuera relevante - Es decir...ya no esta la líder de los pacifistas...

Siguió mirandose las garras como espadas de plata. Sin Hilda, los grupos radicales en Asgard podia retomar su deseo de invadir lugares donde el sol brillara. Bud no le interesaba, solo estaba curioseando las reacciones del caballero dorado.

Pudo sentir nuevamente la presencia de Bud, endureciendo sus facciones nuevamente por consecuencia. Su enctrecejo se frunció ligeramente, y sus ojos safíricos se clavaron sobre los café del nórdico en el momento en que abandonó el vaso de vidrio sobre la mesa.

En Asgard tampoco esta Hilda de polaris

Aquella revelación parecía completamente irrelevante. Sin embargo, Camus se interesó por una sonrisa en el asgardiano que de alguna manera, predecían sus siguientes palabras. Le observó con detenimiento, sin dar atisbo de alguna reacción corporal a sus palabras.

Es decir...ya no esta la líder de los pacifistas...

Hubo un silencio inhóspito, sólo interrumpido en el momento en que Camus tomó de nuevo el vaso de vidrio y lo volvió a guardar dentro del refrigerador -después de todo, sólo era de su uso personal-. Se dirigió hacia la salida de la cocina, deteniéndose a un par de pasos de la puerta, en donde observó por encima de su hombro al nórdico con la misma mirada penetrante y profunda que le caracterizaba. - ¿Qué es lo que piensas hacer? - preguntó, más por curiosidad que por preocupación, si bien el registro plano de su voz no permitía dilucidar ninguna de las dos emociones.

A continuación, Camus siguió su camino fuera de la cocina, consciente de que el peliverde le seguiría, y tomó asiento en una pequeña sala que se acomodaba algo retirada del espacio central de la cúpula, constituida principalmente por un par de sofás y una mesa circular.

- Puedes sentarte, si gustas - Ya había intentado despedirle una vez y no había obtenido resultados, por lo que se vió en la obligación de seguir su educación y atender al pseudoinvitado. De todas formas, no contaba con las fuerzas suficientes como para enfrentarle y apabullirle, así que la diplomacia resaltaba como mejor opción.

La presencia de Bud era intrigante y perturbante a partes iguales. Sin embargo, Acuario no tenía intenciones de hacerselo saber, corporal o directamente, por lo que se mantuvo recio e indiferente sin dificultad. Esos eran los momentos en los que Camus solía agradecer por su disciplina y capacidad de autocontrol.

A primera instancia, el templo de Acuario no parecia un lugar tan grande, Bud mucho antes de que llegara Camus a su templo había dado un pequeño recorrido *nunca se sabe* ya cuando se hubo familiarizado con el luagr había proseguido con su espionaje. Pero cuando Camus lo llevo a aquel lugar parecido a un recibidor, Bud se sorprendió: como lo pudo pasar por alto?

¿Qué es lo que piensas hacer?

Bud lo miro unos segundos antes de contestar, aguardando notar alguna infexión en la voz que delatará los propositos de este. Pero siguió sin hallar nada. Era como hablar con una estatua. Pero sonrió, las sombras en su rostro intensificando sus rasgos.

- VER..es lo que siempre hago - murmuro al momento de sentarse en uno de los sillones, cruzando una pierna con tal desinteres y comodidad como si estuviera en su casa.

- Los grupos rebeldes aumentan paulatinamente en mi tierra, buscan sol y esas cosas - informo, despreocupado por rebelar esas perturbantes noticias, ya después se encogió de hombros - a mi no me gusta el calor, ni el sol...pero...

Sonrió, dejando la frase en el aire y observando detenidamente a Camus.

Camus notó la velocidad con la que su invitado tomaba confianza, sin embargo pretendió restarle importancia, sin demostrar ninguna reacción.

VER..es lo que siempre hago

Ya había escuchado con anterioridad del Dios Guerrero de Alcor, mejor conocido como la sombra de Mizar. Según se había informado, Bud era un especialista en el espionaje y el manejo de las sombras para no ser detectado. De haber sido de otra forma, Camus habría detectado su presencia desde un principio, a pesar del deterioro de sus habilidades.

Los grupos rebeldes aumentan paulatinamente en mi tierra, buscan sol y esas cosas

Acuario sentía las palabras del nórdico bastante pretenciosas, eran como una constante invitación a librar una batalla. Por suerte, el francés no era una persona fácil de provocar. Jamás caía en las pretensiones de sus enemigos; porque después de todo, hasta el momento, Bud era un enemigo.

a mi no me gusta el calor, ni el sol...pero...

Hubo un silencio.

Camus se mantuvo sin hacer nada, totalmente inmóvil e impávido ante las palabras de su involuntario acompañante. Filtró cualquier tipo de gesto adecuado a la situación, y en su lugar desvió la mirada hacia un lado, fijando sus pupilas antes sobre Bud en el frío suelo.

- Entonces supongo que no tienes nada que hacer aquí, Alcor - pronunció en pequeños movimientos de sus labios que resaltaban su gran elegancia y porte.